ESCENAS DE UNA FIESTA ROTA
En 2012 estaba conversando con una amiga y tuve la sensación de que mi boca, al hablar, hacía gestos extraños. Esos gestos no eran míos y no podía detenerlos. Pensé que mi boca estaba actuando. Después pensé que en nuestras vidas cotidianas nos llenamos de pequeñas actuaciones, y comencé a preguntarme si podía vivir sin actuar. ¿Existe la espontaneidad por debajo de las máscaras y las poses que usamos para comunicarnos en este mundo tan lleno de imágenes, ideas, protocolos y formas de comportamiento? ¿Cómo es que las normas y leyes sociales estructuran nuestros modos de vida? Y en el fondo, la pregunta: ¿Hay algo debajo de las máscaras?
ESCENAS DE UNA FIESTA ROTA
En 2012 estaba conversando con una amiga y tuve la sensación de que mi boca, al hablar, hacía gestos extraños. Esos gestos no eran míos y no podía detenerlos. Pensé que mi boca estaba actuando. Después pensé que en nuestras vidas cotidianas nos llenamos de pequeñas actuaciones, y comencé a preguntarme si podía vivir sin actuar. ¿Existe la espontaneidad por debajo de las máscaras y las poses que usamos para comunicarnos en este mundo tan lleno de imágenes, ideas, protocolos y formas de comportamiento? ¿Cómo es que las normas y leyes sociales estructuran nuestros modos de vida? Y en el fondo, la pregunta: ¿Hay algo debajo de las máscaras?
ESCENAS DE UNA FIESTA ROTA
En 2012 estaba conversando con una amiga y tuve la sensación de que mi boca, al hablar, hacía gestos extraños. Esos gestos no eran míos y no podía detenerlos. Pensé que mi boca estaba actuando. Después pensé que en nuestras vidas cotidianas nos llenamos de pequeñas actuaciones, y comencé a preguntarme si podía vivir sin actuar. ¿Existe la espontaneidad por debajo de las máscaras y las poses que usamos para comunicarnos en este mundo tan lleno de imágenes, ideas, protocolos y formas de comportamiento? ¿Cómo es que las normas y leyes sociales estructuran nuestros modos de vida? Y en el fondo, la pregunta: ¿Hay algo debajo de las máscaras?
PELÍCULAS
OBRAS
OBRAS
Aquel humano del siglo XXI
Quería vivir cosas grandiosas y por alguna razón no lo lograba. Esperaba que el milagro llegara de algún lado, de otro lado, pero nunca sucedía. Quería ser feliz, quería curarse, quería salvar al mundo. Creaba todo tipo de tecnologías para intentar hacer contacto con algo que no sabía, o no podía, nombrar. El ser humano del siglo XXI todavía se sentía desconectado, apartado y en falta. Había desarrollado una inteligencia analítica descomunal y creía entender cómo funcionaban las cosas. Miraba el mundo como si no fuera parte de él. Entendía. Entendía. Hacía cuentas y contaba cuentos. Sobre todo, sufría. Se avergonzaba de su propia historia, pero no podía dejar de usarla. Con cierto cansancio y con insistente frustración, de a ratos empezaba a comprender, más bien a vislumbrar, que algo se estaba destejiendo.
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